Una reflexión

A menudo suelen preguntarnos por el sentido de la Toga, sí, esa especie de abrigo largo, negro, pesado, que debemos vestir los Abogados en Juicio, y también los Fiscales y los Jueces.

A quienes no han tenido que asistir a un Juicio, es difícil explicarles su sentido y el sentimiento de que la toga transforma al Abogado en un Defensor cualificado.

Pero al que sí ha tenido que asistir a un Juicio, en defensa de sus intereses, de sus derechos, de sus seres queridos,… o incluso en defensa de su libertad, lo entiende perfectamente.

Nos togamos porque, cuando empieza la batalla ya no somos los mismos, sino nuestro mejor yo, representando tu lucha, tus necesidades, portando externamente esa toga solemne y procurando en nuestro interior portar la mente más lúcida de que seamos capaces, para poder llevarte a donde necesitas.

Quién no ha asistido a Juicio, quizás no lo entienda, pero el que sí… Cuando se cierra la puerta de la Sala y el silencio corta el aire, tu respiración se agita y el corazón se te acelera… ahí arriba, en estrados, está tu Abogado, listo para comprenderte con una mirada, para guiarte con un gesto, junto a ti, contigo… Miras hacia donde tu Abogado se encuentra, buscando su refugio, su complicidad… Lo miras, pero ya no ves a la misma persona a quien te encomendaste en su despacho… Ahora ya es un Centurión, con las plumas de su casco desplegadas.